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Era un hombre de la compañía metiéndome prisa, que la mujer había dejado al cachorro y que el avión salía en una hora, que tenía que pagar ya, que abriese el correo y así sabría dónde y cómo pagar. Tenía acento extraño, lo primero que se me vino a la cabeza fue al negrito que vende accesorios por mi ciudad. No se quiso identificar, sólo decía que era de la compañía, preguntaba constantemente, que si había visto ya el correo, que fuese a pagar. Ya fue cuándo empecé a sospechar. Abrí el correo, mal traducido al español. Theresa Merabel me enviaba un paquete, un perro con accesorios y un libro.


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