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La semana pasada empezó el diluvio en mi cocina. La caldera echa chispas, el techo de pladur se abre y caen tres vías de agua durante horas. Me siento tripulante de un submarino intentando cortar los chorros. Apago la caldera. Uso la fregona con el frenesí de un recluta del Tercio. Vacío y pongo cubos cual marino hundiéndose. Los vecinos de arriba están de vacaciones. Entre mesarme los cabellos y hacer algo opto por hacer algo. Desde una ventana del tercero, con un palo y medio cuerpo fuera, cierro todas las llaves de paso que veo en las ventanas del piso agresor. Luego sabré que he cerrado hasta el gas. Sigue cayendo agua a raudales. El suelo de la casa de encima está inundado. Dos horas después, la lluvia termina. Hay ahora una señora arriba a la que indico, conteniéndome, que no abra el agua más. Llegan los vecinos. Se deshacen en disculpas. Informan a su seguro, lineadirecta, que se persona ¡una semana más tarde! en mi casa. Explico al que llega lo que pasa y me corta en seco: "no le dejo terminar, no me interesa, yo soy el fontanero". Una sola palabra sale de mi boca: "¡fuera!" Se escabulle. Llamo a Mapfre hogar y les cuento mi desventura: "nosotros nos ocupamos de arreglarle todo y ya nos entenderemos con esa aseguradora".