10 cosas que las personas inteligentes no hacen

¿En qué piensas cuando escuchas que alguien es “inteligente”? Probablemente lo asocias a la imagen de una persona inteligente. Pero ser “inteligente” es mucho más que poder responder preguntas de trivial y obtener una puntuación alta en test psicotécnicos. Las personas inteligentes también son compasivas, imaginativas, humildes y agradecidas. Se ven a sí mismos como una pequeña parte de un vasto mundo y saben que tienen la capacidad de hacer grandes cosas.

Y lo que te puedo decir es que la gente inteligente no hace estas 10 cosas.

1. No dejan que los tropiezos del pasado marquen su vida.

Las personas inteligentes saben que el fracaso es una parte esencial del crecimiento. Demasiadas personas permiten que circunstancias pasadas les impidan llegar lejos, pero no a las personas inteligentes. Dejan el pasado atrás, porque saben que lo hecho, hecho está. Consideran los tropiezos como oportunidades para crecer y mejorar.

2. No se centran en lo negativo.

Las personas inteligentes saben que tienen el control de sus pensamientos. Y eligen enfocar esos pensamientos en lo positivo. Las personas inteligentes creen de todo corazón que lo que la mente puede concebir, también se puede lograr. Saben que la vida se vuelve más fácil y placentera cuando aprovechan su capacidad para soñar, maravillarse, crear, construir, transformar y amar.

3. No huyen de sus problemas.

Todos tenemos problemas. Ya se trate de nuestro trabajos, de dinero, familia, salud, etc., las personas inteligentes se enfrentan a estos problemas cogiendo el toro por los cuernos. Buscan soluciones creativas a sus problemas. Y cuando la gente inteligente tropieza, se levanta y sigue caminando. Tienen el coraje de afrontar sus miedos y tratan cada problema como una oportunidad para mejorar.

4. No les preocupa lo que otros piensen de ellos.

Las personas inteligentes no permiten que las opiniones negativas de los demás les impidan vivir una vida llena de felicidad y sueños. En el mundo abundan escépticos, odiadores y cínicos. Pero la gente inteligente pasa de estos detractores. Se rodean de otras personas inteligentes que comparten sus valores y pasiones.

5. No pierden el tiempo.

6. No esperan resultados al instante.

Las personas inteligentes comprenden que las cosas buenas les llegan a quienes esperan. Vivimos en una sociedad de gratificación instantánea. En otras palabras, esperamos que todo suceda de forma rápida y sencilla. La mayoría de la gente no está dispuesta a partirse la crisma y hacer un buen trabajo duro, es decir, a la antigua usanza. Las personas inteligentes, por otro lado, no olvidan que hay algo más grande que recibir las cosas en bandeja de plata: la satisfacción que proviene del viaje diario de trabajar por algo que les importa.

7. No se centran en cosas que están fuera de su control.

Diariamente nos encontramos con cosas que no podemos controlar. Tráfico, gente maleducada, etc. Pero las personas inteligentes se toman estas cosas con calma. Se enfocan en lo que pueden controlar, que es cómo responden a circunstancias desafortunadas. Saben que la calma mental es una de las bonitas joyas de la sabiduría y aprovechan al máximo ese regalo.

8. No pasan tiempo con personas que las deprimen.

Las personas inteligentes se rodean de otras personas inteligentes. Buscan tiempo para familiares, amigos y conocidos que comparten sus valores y aprecio por la vida. Pero también saben que hay que limitar el tiempo que pasan con personas negativas. Así que eligen pasar la mayor parte de su tiempo con personas positivas, inteligentes y edificantes.

9. No son arrogantes.

Nunca oirás a una persona inteligente decirte que es inteligente. Eso es porque las personas inteligentes también son humildes. Se enorgullecen de su humildad. No alardean de si mismos ni se creen superiores a los demás.

10. Se sienten agradecidos a diario.

Esto es quizás lo más importante que puede hacer si quieres ser “inteligente”. Las personas inteligentes saben que el mundo no gira en torno a ellas. Creen en el poder del bien común y saben que un simple acto desinteresado, algo tan sencillo como una sonrisa a alguien, puede cambiar la vida de alguien y la suya propia.

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